Maribel López Ortega: “Haciendo Rosquitos aprendes Habilidades Sociales”

diciembre 11, 2017 | Publicado por: Nerea Marín

Los rosquitos aún no están hechos, pero lo estarán. Todos los ingredientes están sobre la mesa para preparar esta receta típica de Navidad: harina de repostería, aceite, leche, matalahúva, ralladura de limón, azúcar, levadura… Uno aprovecha su descanso para estar con el joven que está de vacaciones. El menor aprovecha las Navidades para pasar tiempo libre con su familia. Las rosquillas aún no están hechas.

Puede parecer que se habla de una historia o que se trata de las instrucciones para hacer uno de los pastelitos típicos de estas fiestas, pero no es así. Una actividad como puede ser realizar una receta culinaria no es sólo preparar un dulce, sino que va más allá. Eso afirma Maribel López Ortega, graduada en Psicología por la Universidad de Sevilla, quien opina que, haciendo rosquitos aprendes habilidades sociales, ya que “es una tarea que enseña numerosos valores”. 

Desde la Psicología, Jiménez, L., Menéndez, S. , y Hidalgo, V. cuando hablan de adolescentes comentan que se ha derrocado la tradicional visión de este periodo evolutivo en términos de tormenta y drama y, a su vez, se ha cuestionado la postura tan optimista de los años siguientes. Actualmente, se emplea un punto más intermedio que considera que el adolescente está sujeto a numerosos e intensos cambios y a la asunción de nuevos roles. Es por esto que se considera la adolescencia como una etapa con un carácter transicional y vulnerable que se puede reflejar en conflictos con el entorno más próximo, ya sean los padres o tutores.

El tiempo que los menores pasan con la familia no sólo repercute en estrechar su relación y lazos con ellos. Esta psicóloga a la que le entusiasma el estudio del comportamiento y la mente humana, explica que, “cuando los adultos invertimos nuestro escaso tiempo libre con los hijos, les estamos transmitiendo que estar con ellos es una prioridad ante muchas otras cosas que podamos hacer porque disfrutamos de su compañía”.
Ante estos vaivenes, Maribel López recomienda no perder la comunicación y buscar cualquier excusa para pasar tiempo con los menores. Asimismo, advierte que para que esto se produzca, “es conveniente que se fomente un clima de confianza en el hogar creado entre los adolescentes y sus tutores mediante la interacción y la comunicación que se consigue realizando actividades en común y, por lo tanto, pasando tiempo juntos”.

Pese a que en la teoría es sencillo en la práctica puede ser una ardua y compleja tarea. En la adolescencia, se tienen constantes problemas emocionales y de motivación. Por ello, como apunta López, ”hay que tener en cuenta que el adolescente quizás prefiere pasar tiempo a solas o con otras personas y esto tenemos que respetarlo”. Sin embargo, la psicóloga señala que, “no hay que olvidar que también va a querer pasar tiempo con nosotros”.
Cocinar es una de las actividades que más representa el "mundo adulto", y puede ser una buena excusa, bromea Maribel López. “Cuando le decimos a nuestro hijo que nos ayude a preparar una comida le estamos enseñando mucho más que a cocinar, le enseñamos valores como la responsabilidad, pues el adolescente ve que hay un trabajo detrás de ese plato; y la independencia, ya que él podrá prepararlo solo, después de hacer varias veces esa receta”.

Además de cocinar y aprender una receta, se aprenden habilidades sociales. Estas habilidades sociales en menores son algo complejo ya que están formadas por un amplio abanico de ideas, sentimientos, creencias y valores, que son fruto del aprendizaje y de la experiencia. Y, por consiguiente, “todo esto va a provocar una gran influencia en las conductas y actitudes que tenga la persona en su relación e interacción con los demás”, considera Maribel López.

¿NÓVEL O CHEF EN HABILIDADES?
Cuando eres joven y ayudas a hacer rosquitos, vives una 'experiencia directa' en la cocina. Se trata del inicio como novel, como ocurre con las conductas sociales. A través de esta experiencia en los fogones los jóvenes tienen una toma de contacto y asimilan cómo se va desarrollando. La primera fase consiste en 'instrucciones': coger datos y seguir indicaciones.

Cuando se hace una segunda vez, el joven pasa a una fase conocida como ‘modelo’. Es cuando el adulto hace una exposición de lo que pretende enseñar y se asegura de que el menor lo observe y tiene las habilidades necesarias para la aceptación y la ejecución de la exposición que hace. Ya sea a amasar o a empatizar sobre algo, ejemplifica Maribel y aclara que ambos ejemplos son habilidades, aunque una tenga relación con la cocina y otra sea una habilidad social.
Cuando pasa a la tercera fase se habla de ‘Role Playing’, en la que se da un paso más y se experimenta la ‘Imitación. Él intenta recordar y reproducir los pasos de la receta de rosquillas que preparó. Ocurre lo mismo con las conductas sociales, los jóvenes tienden a reproducir aquellas conductas sociales que observan en los más cercanos, pero no sólo las conductas, también aprenderán de ellos la manera de interpretar las situaciones y hasta de sentirse en determinados momentos.

Pasada esta etapa, llega la fase cuatro: la retroalimentación. Aquí se indica si se ha hecho bien o si le ha faltado algo, “es importante no saturar con demasiada información y dejar algunas cosas para un ensayo posterior, en el caso de que haya muchas cosas por corregir”, advierte Maribel López.

Luego, con los años, llega el momento de entrar solos en la cocina sin nadie al lado que dé las instrucciones, ni las normas de cocina. Se trata de la quinta fase: la práctica en situaciones cotidianas, indica Maribel López. Es cuando se debe recordar todo, para reflexionar acerca de cómo realizar la receta: qué ingredientes elegir y qué utensilios usar para hacer las rosquillas. Algo parecido ocurre antes de adquirir una habilidad.  A ese momento se le conoce como “Refuerzo”.  Que a fin de cuentas consiste en pensar qué conductas desarrollar y cuáles no para adquirir habilidades.

LAS HABILIDADES SOCIALES TIENEN RECETA
Todas las recetas tienen sus trucos incluso las que están relacionadas con las habilidades sociales. Por eso, “para fomentar la autoestima del adolescente, cuando llevamos a cabo todos los pasos para preparar la receta, es esencial que estos pasos vayan acompañados de comentarios positivos sobre el trabajo realizado por el menor, tales como: qué bien te ha quedado la masa de los rosquitos”, explica Maribel López.
Asimismo, la psicóloga recalca que, “no hay que olvidar que cocinar con jóvenes es un trabajo en equipo”; y, por consiguiente, además del apego, “le podemos enseñar la importancia que tiene la cooperación para poder hacer la receta; y, a través de esta cooperación, le estamos enseñando a escuchar y a ser capaz de transmitir sus opiniones sin imponerlas: asertividad”.

Por último, llega el momento en el que ambos han conseguido su propósito: hacer los rosquitos. Entonces, una vez terminada la receta, la psicóloga aconseja que, es bueno hacer ver que, “juntos, hemos logrado preparar una deliciosa receta; que hemos disfrutado mucho con su compañía; y que incluso, ¡está mucho más rico porque nos ha ayudado!”. A esto se le puede llamar como fomento de la participación, que va de la mano de la activación de la motivación.

Existen infinidad de actividades que usar como excusa para pasar tiempo con los jóvenes en sus vacaciones; y cocinar puede ser una. Aún así, Maribel López invita al diálogo y a indagar para empatizar, ya que “cada adolescente es un mundo y lo que le gusta a uno no tiene que gustarle a otro”. Además, puede que “las actividades que antes le encantaban puede que ahora le parezcan aburridas”, aclara la sevillana. La psicóloga apostilla que “una vez que tengamos claras sus preferencias, podemos coger aquellas que también nos gusten a nosotros y proponerles hacerlas juntos”. De esta manera, “el menor verá que nos interesamos por sus gustos y que nos esforzamos en compartir no sólo tiempo, sino aficiones", concluye López.

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